Los evangelios apócrifos son los escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo que no fueron incluidos ni aceptados en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, así como tampoco de ninguna de las distintas Biblias usadas por distintos grupos de cristianos como la Iglesia católica.
El término apócrifo ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos. Con él se califican una cantidad de libros que las Iglesias cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de la Sagrada Escritura, pero que se presentan con nombres o características que los hacen aparecer como si fueran libros canónicos. Tal sucede con el Evangelio de Santo Tomás. Ni Tomás es realmente su autor, ni se considera que forme parte de la biblia. Uribe explica que los apócrifos intentan completar la vida de Jesús, pero distan mucho de los contenidos incluidos en la Biblia. Muchos de ellos datan de tiempos más lejanos al de los textos bíblicos; aparecen años después. Según el padre Ramón Trevijano, miembro de la Pontificia Comisión Bíblica del Vaticano y profesor emérito de la Facultad de Teología de la Universidad de Salamanca, de todos los apócrifos, el de santo Tomás es el más importante. Se trata de una colección de 114 logias de la que se escribió mucho durante los años 60. En él se revelan los hechos detrás de la resurrección y Jesús parece transmitir un mensaje extraño, una enseñanza secreta muy diferente a los hallados en los tradicionales. No hay milagros ni historias, sólo recopila los dichos de Jesucristo.
En 2006 cuando la National Geographic Society publicó el trabajo de restauración y traducción 1970 en Egipto. Se presume que el apócrifo de Judas Iscariote fue escrito durante el siglo II. Impacto generó el documental dedicado a este evangelio que lanzó NatGeo, ya que en él la figura de Judas no es la del famoso traidor como afirma la Biblia, sino que acá es el discípulo favorito de Jesús, el que si bien lo entregó a las autoridades romanas, fue siguiendo las órdenes de su maestro. Otra de las escrituras olvidadas más convincentes fue la hallada en Egipto en 1896, y corresponde a la de María Magdalena. Sin embargo, no es la misma mujer que tiene un papel asignado por la Iglesia como el de la prostituta arrepentida y reformada, sino que acá es una discípula bien amada y miembro del círculo interno de Jesús. Si el evangelio de María Magdalena es auténtico, significa que en algún momento las mujeres fueron líderes poderosas de la iglesia cristiana, y que ella fue la líder de los apóstoles. En este se detallan las instrucciones secretas que Jesús solo le dijo a María Magdalena, como la revelación de ciertas cosas sobre la vida después de la muerte en términos gnósticos. El descubrimiento de estos evangelios revela una batalla secreta ya olvidada, pero que una vez fue de gran relevancia, la pelea por el alma de la cristiandad.
La Biblia, tal y como la conocemos hoy día es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y cristianismo que forman el Antiguo y Nuevo Testamento. Pero estos no eran los únicos libros o textos existentes, aproximadamente se tienen constancia de más de 200 textos apócrifos o gnósticos, es decir, un volumen mayor a los canónigos existente en La Biblia, entre ellos numerosos evangelios nunca aprobados por la iglesia. Pero la iglesia no nos dio más explicaciones, ni nos ofreció un porqué, impuso y deshecho textos a su criterio bajo el único precepto del soplo divino. La principal diferencia entre los evangelios canónicos y apócrifos, es que estos primeros se les imputa la inspiración divina, mientras que a los apócrifos no. Por lo tanto y en esencia, la divergencia histórica que se puede constatar y la que se ofrece entre otras para no estar incluidos en la Biblia, es que los textos y evangelios apócrifos surgen o se escriben con posterioridad a la vida de Jesús o de sus discípulos, aproximadamente en el siglo II, a diferencia de los canónicos que datan del 50 y 90. A pesar de todo la diferencia máxima es de unos 200 años, quizás menos si se tiene en cuenta algunas hipótesis de numerosos investigadores. Lo que nos lleva a la conclusión de que la Biblia tal y como la conocemos está incompleta, sólo la recopilación de los textos apócrifos y canónicos nos dará la realidad de la historia, la verdad de las verdades y el por qué de este ocultamiento.
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